Los colaores se cuelan, nunca mejor dicho, en semifinales. José Luis Zampaña pone la letra y José Antonio Cheza, la música. La dirección es de este último.
Se sube el telón y Los colaores, una comparsa de toda la vida, aparecen en escena. En la presentación, explican que han escrito esta comparsa para traernos la esencia más pura de Cádiz.
El primer pasodoble cuenta una tradición que tienen: todos los domingos cantan letras de comparsas con sus familias. Rinden homenaje a diferentes autores como Jesús Bienvenido, El Chapa o Antonio Martínez Ares. Piden que los aficionados eduquen a sus hijos en esta fiesta sin tener en cuenta los nombres y «nunca dejen el Falla vacío».
Para el segundo pasodoble, las luces se apagan y todo se queda en silencio. Sacan un banco de La Alameda Apodaca de atrezo. Cantan a cappella un sentido homenaje a coplas clásicas que cantan entre amigos en una noche. «Que no hay premio más infinito que una copla que se queda en un banquito de nuestra Alameda», así terminan esta letra.
En la tanda de cuplés, comparan el tiempo para desayunar en los bares con el tiempo para actuar en el Falla y nombran a muchos octavillas de comparsa. «Mirarte me resucita, tacita, te lo prometo… que tantas cosas bonitas no caben en mi libreto» es el final del estribillo de esta comparsa.
En el popurrí, relatan todas las sensaciones que sienten cuando ensayan y meten letras nuevas de la comparsa. En otras cuartetas, critican al COAC, piropean a la ciudad de Cádiz y homenajean a algunos autores del Carnaval. Terminan cantando: «qué bonito, qué bonito…».
Finaliza la actuación de esta comparsa con un público entregado y una lluvia de papelillos de colores.